En este Limiar, Fidel habla de que hay objetos que guardamos sin saber muy bien por qué. En su caso, son llaves. Grandes, pesadas, de hierro, rescatadas de San Ciprián de Hermisende. Puertas que ya no existen, cerraduras comidas por el óxido, aldabones que hace décadas no llaman a nadie. Llaves entregadas por vecinas y vecinos, no como quien se rinde, sino como quien comparte un fragmento de su vida.
Cada una guarda un eco: el crujido de una puerta en invierno, una discusión cerrada antes de la cena, un regreso esperado. Incluso llevo una tatuada: la humilde llave de un armario, porque lo cotidiano también encierra tesoros.
Sueña con colgarlas algún día en su casa de San Ciprián, devolviéndolas al lugar del que salieron. Y te pregunta: ¿qué objeto guardas tú que, aunque ya no sirva para lo que fue creado, todavía te abra algo por dentro?
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