Gabriel Rufián dijo en el Congreso algo que muchos llevamos tiempo pensando:
“Los tolerantes tenemos que ser intolerantes con los intolerantes.”
En este episodio, uso sus palabras como excusa para cruzar uno de los umbrales más difíciles:
el de la indignación que ya no puede seguir callada.
Un genocidio no necesita que estés de acuerdo con él. A veces le basta con que no digas nada, porque es mejor estar callado, si lo que vas a decir te deja retratado…
Reflexiono sobre equidistancia, miedo a incomodar, la humanidad que se diluye entre eufemismos como “libertad” y ese deber mínimo que tenemos: poner voz a lo que debería ser un grito.
Porque en Limiar siempre hablamos de o desde puertas. Y esta puerta es incómoda, pero necesaria.
Cuéntame qué opinas sobre el particular.
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