Hay pérdidas que no son tuyas… hasta que lo son.
En este nuevo Limiar, hablo de la muerte de mi suegro y de la abuela de mi mujer. Dos personas queridas que se fueron sin que pudiera despedirme como me habría gustado. Pensé que él duraría mucho más. Pensé que ella —a punto de cumplir 103 años— era indestructible.
Pero no.
La vida tiene esa forma brutal de recordarte que no hay nadie eterno. Que cualquier día puede ser el último. Y que el dolor, cuando amas de verdad, se comparte. Porque acompañar a quien quieres en su pérdida también es amor.
Este episodio de Limiar que te cuenta Fidel va sobre eso: sobre las despedidas que no hicimos, las palabras que se quedaron en la garganta, los silencios que ya no podremos romper. Y sobre cómo el tiempo -tu tiempo-, cuando se va alguien, deja sillas vacías.
Sillas que ya nadie ocupará.
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